lunes, 14 de julio de 2014

los tentáculos del narcotráfico castigan al fútbol colombiano.











Ocurrió hace veinte años: el sábado 2 de julio de 1994, el defensa internacional Andrés Escobar caía asesinado de seis tiros en la espalda en el estacionamiento de una sala de fiestas a las afueras de Medellín, su ciudad natal. Diez días antes Estados Unidos había vencido a Colombia (2-1), apeándola de la Copa del Mundo. El camino de la derrota lo abrió Escobar con un autogol, en el minuto 33 de partido. Su muerte marcó el fin de la mejor época del fútbol colombiano. Que coincide con los años de plomo del zar de la cocaína, Pablo Escobar Gaviria. Sin el dinero del narcotráfico, Colombia jamás se habría convertido en el mejor equipo sudamericano del momento ni aspirado al Mundial. Francisco Pacho Maturana armó la mejor selección y el mejor equipo de Colombia de todos los tiempos: Óscar Córdoba, Chonto Herrera, Luis Carlos Perea, Wilson Pérez, BarrabásGómez, Valderrama, Leonel Álvarez, Freddy Rincón, El Tren Valencia, Faustino Asprilla… y Andrés Escobar. Hasta Pelé dio a Colombia como gran favorita para ganar la Copa del Mundo de 1994. Hasta entonces Colombia no existía en el panorama futbolístico internacional. Y para que éso sucediera en el fútbol colombiano confluyeron dos factores: la existencia de una pléyade de jóvenes jugadores y la entrada de dinero ilegal procedente del comercio de la cocaína. El presidente de la FCF, condenado por enriquecimiento ilícito Capos de la mafia se hicieron con clubs importantes de Colombia. Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mexicano, con Millonarios de Bogotá; Miguel Rodríguez, con el América de Cali; Pablo Escobar Gaviria, con el Atlético Nacional y el Deportivo Independiente Medellín. El narcotráfico era un pulpo que abarcaba todos los estratos políticos y sociales de la sociedad colombiana y el fútbol no iba a ser una excepción. Juan José Bellini, presidente de la FCF, sería detenido y condenado en 1995 por enriquecimiento ilícito; en su casa encontraron un cheque del América de Calí. Andrés Escobar Saldarriaga [Medellín, 1967-1994] representaba lo mejor del pueblo colombiano. Con su humildad, nobleza y altruismo —se le conocía como El Caballero de la Cancha—, se había ganado el cariño y respeto de sus compañeros de equipo y de selección. Sobrio en las coberturas, con una zurda potente y buen rematador de cabeza, reunía todas las cualidades de un futbolista moderno. Además, tenía pegada. Su primer gol lo consiguió con el combinado nacional en el antiguo estadio de Wembley, el 24 de mayo de 1988. Primer gol con la selección nacional en Inglaterra Era la primera vez que Pacho Maturana convocaba a Andrés Escobar, recién incorporado al Atlético Nacional para ocupar la plaza del antioqueño Norberto Molina, un veterano defensa central curtido en mil batallas en los años 70 que había jugado las eliminatorias para México 1986 y la Copa América de 1987. A Maturana, que compaginaba el cargo de seleccionador con el de entrenador del Nacional, le llovieron las críticas. Pero el gol de cabeza de Escobar sirvió para que Colombia empatara con Inglaterra, y a él, para entrar en el Olimpo de los dioses del fútbol. Desde aquel día Andrés Escobar se convirtió en un fijo. Pasó de promesa a insustituible. Al año siguiente conquistaría con su equipo la Copa Libertadores ante el Club Olimpia de Paraguay (0-2 y 2-0). El Atlético Nacional sería el primer equipo colombiano en coronarse campeón de Sudamérica. El título se decidió en Bogotá en la tanda de penaltis (5-4). El primero en chutar fue Andrés Escobar. René Higuita, portero del Nacional, decantó la balanza en el decimoctavo lanzamiento. Entre los espectadores que acudieron al estadio Nemesio Camacho El Campín, se encontraba Pablo Escobar Gaviria. Escobar asesinaría tres meses más tarde al candidato a la presidencia de Colombia, el liberal Luis Carlos Galán. César Gaviria, su jefe de campaña, sería designado su sucesor y quien ganaría finalmente las elecciones de 1990. Histórica ‘manita’ a Argentina en el grupo de clasificación El presidente Gaviria se convirtió en uno de los mayores soportes de la selección colombiana. Asistió al ochenta por ciento de los partidos de clasificación y preparación del Mundial de 1994. Colombia se clasificó primero de su grupo de la CONMEBOL sin perder ningún partido, sólo encajaron dos goles: frente a Argentina (2-1) y Paraguay (1-1). Aunque para la historia quedó la manita que le endosó a la bicampeón mundial Argentina, el 5 de septiembre de 1993, en el estadio Monumental de Buenos Aires, y un extraordinario gol de Freddy Rincón. Los argentinos, que no habían perdido un partido como local desde hacía seis años, tuvieron que lograr el billete para Estados Unidos en la repesca frente a Australia. Estadio Rose Bowl de Pasadena, Los Ángeles, 18 de junio de 1994. Colombia abre el fuego frente a la Rumanía de Stelea, Răducioiu y Hagi, éste último conocido en España por haber militado en las filas del Real Madrid; tras el Mundial Răducioiu ficharía por el RCD Espanyol y Stelea sería años después legendario portero de la UD Salamanca. El técnico rumano Anghel Iordănescu en lugar de salir abiertamente al ataque, espera atrás a los colombianos y a la contra, los destroza: 1-3. El segundo, es una obra maestra de Hagi desde 35 metros. Aquel gol y el hecho de que Rumanía se metiera en cuartos, llevó al Barça a hacerse con el exmadridista. Maturana comunica al equipo que está emenazado de muerte La derrota sumió a Colombia en una crisis anímica y psicológica para la que el equipo de Maturana no estaba preparado. Muchos apostadores colombianos habían jugado fuerte. Los narcos amenazaron al combinado colombiano, conmocionado, además, por la muerte de un hermano del defensa El Chonto Herrera en un accidente de tráfico. Querían que alineara a sus jugadores para venderlos a buen precio acabado el Mundial. El señalado fue el mediocentro Barrabás Gómez. Horas antes del segundo partido contra Estados Unidos,Pacho Maturana comunicó llorando a sus jugadores que todos estaban en peligro de muerte. Aunque lo peor no fue el chantaje de los cárteles de la droga, sino que el técnico se plegara a sus exigencias. Dejó fuera a Gómez —se retiró del fútbol después de aquello—, y alineó a Herman Gaviria; y cambio a El Tren Valencia por el delantero del América de Cali, Anthony de Ávila. Y llegó aquel fatídico 22 de junio donde se tenía que ganar sí o sí a los estadounidenses. Colombia tuvo innumerables ocasiones para batir la meta de Tony Meola. Pero como en una tragedia griega, donde no sólo participa el personaje, sino además el coro y una serie de fuerzas externas, en una contra de Estados Unidos llegó el maldito autogol. Andrés Escobar y el equipo cayeron en una angustia total. Las autoridades colombianas pidieron a los integrantes de la selección que extremaran las precauciones a su llegada al país. La misma semana del asesinato Andrés Escobar había escrito en el diario El Tiempo de Bogotá: “Por favor, que el respeto se mantenga y hasta pronto, porque la vida no termina aquí”. De no haber sido asesinado, ése mismo año habría sustituido a Franco Baresi en el AC Milán. Siete meses antes, en otro barrio de Medellín, había caído abatido a tiros por la policíael patrón del mal Pablo Escobar Gaviria. Y en Colombia muchos están convencidos de que de haber estado vivo el otro Escobar, Andrés aún estaría vivo. La muerte de Andrés Escobar fue una tragedia nacional. Marcó el fin de la mejor época del fútbol colombiano. Que hoy, veinte años después y reverdece en Brasil 2014 al haber logrado meterse en cuartos de final, la mejor clasificación de la historia de Colombia en la Copa del Mundo.

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